No era la primera vez que a Fernando lo enviaban a hablar
con un psicólogo. En dos, de los tres últimos trabajos, le habían pedido, por
favor, que “se tratara”.
A pesar sus míticas explosiones, nunca lo despidieron, aunque motivos les
sobraban. La razón era que Fernando tenia un magnetismo especial para encontrar
buenos clientes y sumarlos a su exitosa lista de "primes". Las empresas le perdonaban todo, pero en la japonesa "Yukkio" le pidieron nuevamente que fuera al psicólogo
A pesar de su
negativa inicial, cedió, cuando el mejor cliente reclutado ese año, le pidió
como “favor especial” que accediera a lo que la empresa pedía. El mismo cliente
se encargó de buscar y encontrar el mejor especialista en “ese tipo de
alteración”. Llegado el día acordado, Fernando llegó a la hora y no tuvo
que esperar.
Después de veinte minutos en los que hizo una breve
relación de su vida, el psicólogo, sacándose los lentes y acariciándose el
origen de la nariz con dos dedos, dijo:
“Mmm, ya tengo su diagnóstico…
Fernando no podía creer lo que escuchaba.
“Permítame poner en duda ese instantáneo diagnóstico, señor ”
“Escuche primero y luego me dirá si estoy o no en lo
correcto…”
“Diga..”
“Es bastante sencillo Fernando. Usted nunca admite cuando
está equivocado…”
“Ah no! He conocido tontos, pero usted acaba de ascender al
primer lugar. Durante veinte minutos sólo he hablado yo, usted no ha tenido
oportunidad de saber si reconozco o no reconozco que estoy equivocado…y a los
segundos después me dice que tiene mi diagnostico…” dijo Fernando.
El psicólogo lo miró con desprecio al tiempo que
se levantaba y le mostraba la puerta.
se levantaba y le mostraba la puerta.
Miércoles 23 de Septiembre de 2015, 20:30
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