A
los quince años, cuando escuchó a su profesor de literatura contar lo de un
escritor francés y dé cómo las galletas Madeleine le habían gatillado la
evocación de un tiempo pasado, Manuel quedó impresionado. Pensó inmediatamente
que algo similar ocurría con los perfumes: le bastaba sentir el aroma de la
colonia Atkinson para recordar a su padre; de los jazmines, para revivir su feliz infancia en el campo; el de las panaderías para recordar Loreley con Echeñique,
esquina de su primer amor. Este descubrimiento, simple y común a todos, determinó que estudiara
biología, dedicando muchos años a investigar el mundo de los sentidos. Eso,
hasta que un día descubrió algo que iluminaría y mezclaría todo, abriendo un
nuevo ámbito: una sencilla frase que pronuncio en un congreso
en Brasil después de escuchar, en una lluviosa tarde, a Antonio Carlos Jobim y Frank Sinatra: “la música
es el perfume del oído”
Martes 22 de Septiembre de 2015, 21:45
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