Cuando
el hombre llegó a la luna, Anastasio tenia veinte años. El hecho lo puso mal
genio pues consideraba que por donde pasaba el hombre dejaba su huella
inconfundible: abuso, crueldad y basura.
¡Me
ensuciaron la luna! Gritaba, la mañana
del 20 de Julio de 1969. Yo estaba
presente.
Es
un viejo cascarrabias que reclama por
todo, pero en algunos casos no deja de tener cierta razón. Lo bueno es que no
sólo reclama, sino que busca las formas mas efectivas y eficaces para lograr
corregir algo que lo ha afectado a él o algún amigo.
Hace
muchos años fui a cerrar una cuenta de un banco cuyo nombre prefiero no
acordarme. La agente me pidió por favor, por favor, que no le cerrara la
cuenta; que no se me cobraría ni un peso por mantención. A los tres años me
llegó un aviso diciéndome que debía cerca de 400 mil pesos por concepto de
mantención. La misma noche en que recibí el cobro fui, por casualidad, a
visitar a don Anastasio. Le conté el asunto y me dijo que no me preocupara.
Efectivamente. A los pocos días fui al banco a reclamar y se me trató como si
fuera el Embajador de Miranda. ¿Que había pasado?
Como
don Anastasio era un hombre de una fortuna inmensa, había llamado a cuatro o cinco gerentes de sus empresas
contándoles lo sucedido. Según el, los cuatro enviaron correos a la mañana
siguiente pidiendo una reunión para cerrar sus cuentas empresariales y
exponiendo lo ocurrido a un “amigo” de don Anastasio.
Han
pasado muchos años. Ayer lo visité
nuevamente pues sabia que pronto viajaba a recorrer por décima vez su amada
Grecia y quería despedirme.
Estaba
muy enojado con la huelga del registro civil. Dijo que nunca había tenido una
buena experiencia con ese servicio, que era posible que perdiera el viaje, en
fin, le salían chispas por las pobladas cejas. Pero lo increíble es que estaba
organizando, para mañana, una
manifestación al frente del Registro Civil con carteles pidiendo que se les
bajara el sueldo en un 12% por la mala atención y en 8% por las demoras.
Para
calmarlo, le dije que yo nunca había tenido un problema, al contrario, siempre
me habían tratado bien y ágilmente.
“Es
que usted vive en el Puerto, y eso es otro país; pida un certificado en Santiago
alguna vez y verá”
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