En
ningún momento se quejó de su destino. “La muerte es parte de la vida” me dijo
y yo sonreí pues era la primera vez que le oía un lugar común. Después comenzó a hablarme de lo que lo entristecía. “Usted sabe Javier que he leído, mucha
historia, mucho en griego, en latín; a los veintiún años ya me había devorado
toda la Historia Romana de Gibbons; los Annales de Febvre y Bloch, en fin,
usted es colega y sabe a lo que me refiero. Además creo haber leído lo mejor
que se ha escrito en literatura, haber escuchado los mejores conciertos, visto las mejores películas, visitados
innumerables museos. Me he bañado
desnudo en el mediterráneo, sumergiéndome y tratando de escuchar esas pequeñas
historias que son el tramado de la gran Historia. Y ¿sabe? lo que entristece de la vejez y de la muerte, al
menos para mi, es esto: yo creía que todo lo leído e imaginado quedaría, que me
lo llevaría a la tumba, por así decirlo y no ¿sabe?. Todo comienza a esfumarse.
Me duele que la música de Mozart o Chopin, que un cuadro como “El Angelus” o la
“Tentación de San Antonio” comiencen a abandonar mis recuerdos. Me da una pena enorme,
sabe, desprenderme de tanta belleza”
No supe
que decirle. Me contagio su pena y también pensé en que todo pasará y de las
grandes obras no quedará nada, todo será espacio y tiempo sin contenido. Nos
quedamos en silencio por largo rato hasta que vi un par de pequeñas y redondas lagrimas que asomaban en sus ojos azules. Inclinándose, se tomó la frente con la mano y dijo:
“¿Que
quedará?”
Fin.
Miércoles 7 de Octubre de 2015, 20:30
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