Pasé
la semana pensando en lo que me había dicho y, sobre todo, en lo que yo le había
contestado. Me sentí avergonzada porque de pronto comprendí que había vivido en
el egoísmo. Incluso lo hablé con Benjamín y, contrariamente a lo que suponía
iba a decirme, me dijo que el también había ido a hablar con él sobre algo
parecido, pero no me dijo más. ¿Lo puedes creer, amiga? Benjamín, el que
siempre tenia respuestas y explicaciones para cualquier cosa, el que se burlaba
de todo lo que yo hacia para intentar comprender. ¿Ves? la vida te enseña a
palos y hasta el más duro termina por rendirse, agachar la cabeza y escuchar.
Pero déjame seguir. El lunes pasado volví a verlo y conversamos mucho. Me preguntó por el
viaje a la India que hice el año pasado; que qué había visto. Le conté que el
Gurú era un fiasco y que, al igual que el Maharishi de los Beatles, andaba a la
caza de mujeres bonitas, punto. Me dijo si acaso me había sorprendido la
pobreza que existe allá. Y ¿ves Isabel? Nuevamente me mostró como yo no dejaba
de mirarme el ombligo. En fin. Le pedí que me enseñara que me guiara y quedó
encantado, pero que no esperara muchas palabras. Me preguntó si acaso no estaba
cansada de buscar respuestas en las palabras. Le dije que si, que eso era
precisamente lo que me producía el tedio, la desesperanza, esta tristeza
inexplicable En ese momento me tomó las
manos y me dijo si acaso no me gustaría probar otro camino. Le dije que por
supuesto, que ya era hora que encontrara lo que en estos últimos cincuenta años
había buscado sin éxito.
Bueno,
dijo, comenzaras el próximo miércoles. Consíguete una camioneta con tu marido y
te vienes para acá.
Eso
fue ayer.
(Continuará)
Sábado 17 de Octubre de 2015, 22:30
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