"¿Qué vas hacer de tu vida?" (V)


    Apenas Arturo salió de la fuente de soda, sintió que alguien lo agarraba fuertemente del brazo. Giró el cuerpo y se encontró con una cara lejanamente conocida.
     -“Así que haciendo perro muerto Tito”
   -“¿Y?” dijo Arturo moviendo la cabeza hacia atrás”
     -“Tranquilo viejito…¿no te acordai de mí?
     - “¿Por qué tendría que acordarme de vo?
    -“Fuimos compañeros en el liceo…yo estaba en tercero medio y tu en cuarto….yo era el que le vendía los pitos… ¿no te acordai?
    -“Si…si… tu eras … ¿cómo es que te decían?
    -“Verdecito”
   -“Eso, verdecito… han pasado algunos años… estás mas gordo”
   -“La cana pu compañero… te engorda… si algo tiene bueno la cana es la comida…”
   -“¿Estuviste preso?”
  -“Vamos a comer algo, yo te invito y ahí te cuento la historia…”
     Caminaron por el centro contándose anécdotas y recordando viejos compañeros del liceo. Llegaron a un pequeño pero bien decorado restaurante.
   - “Este debe ser medio caaaro…” dijo Arturo.
  - “No se preocuuupe carreta, tengo billete, pida lo que quiera, no se fije en el precio…”
Se sentaron en una discreta mesa del fondo.
- “Cuéntame, que te pasó?
- “Y bueno, seguí cuando salí del liceo segui dándole a los pitos… hasta que una vecina culeá me denuncio… bueno, yo creo que fue ella… En el juicio dijeron que partió por una llamada anónima, pero yo creo que fue esa vieja.  Era la presidenta de la junta de vecinos… A las finales me tuve que achavar; hice cinco y uno sin beneficio”
        -“Acha.. cuanto?
    -“Achavar, te achavai cuando reconoces el delito para que te aforren menos…”
   -“Mira… primera vez que escucho esa palabra… suena rara”
       -“Y tú ¿qué ha sido de tu vida?”
  -“Ahí no más poh, trabajando en lo que venga…” dijo Arturo.
      -"¿Pero ahora estai trabajando?”
    -“No. Estaba trabajando en un  condominio pero me despidieron el viernes. Falté mucho en el mes; la disco,  las minas, el copete…vos cachai..”
       - “¿Y ahora, en qué estai?”
       - "En nada poh. De nuevo a buscar algo…”
   -“Chis compadre,  no te gustaría trabajar conmigo? Te hacis de buenas lucas y  la hacis cortita: en una pasada tenis pa las minas, el copete y lo que querai…”
     -“Y dónde seria el trabajo”
  - "La elegimos juntitos poh carreta; yo entro y vos me esperai afuera, en el taxi..., bueno, podis entrar vos también, poh, nos turnamos, ahi veimos..."

(Continuará)

Lunes 30 de Noviembre de 2015, 22:00

"¿Que vas hacer de tu vida" (IV)

        La mañana del lunes don Aldo, que acababa de ducharse, escuchó el timbre. Aun no terminaba de vestirse. Alcanzó la bata blanca que colgaba de la puerta del baño y bajó al primer piso. Miró por la mirilla: sobre el círculo de vidrio apareció una mujer joven, morena, de labios gruesos y cejas pronunciadas. Alejándose de la puerta, se pasó la mano por la cabeza para aplastarse el pelo, se seco la frente y abrió. Frente a él apareció a una mujer que reunía todos los atributos que, en su juventud,  Aldo Betancourt había buscado.
   -“Buenos días don Aldo. Me llamo Roberta Maulén; me envió Marcos, el conserje. Me dijo que usted necesitaba  alguien que le hiciera el aseo, lavara la ropa y ordenara…”
     - “Así es… ¿Roberta?
   - “Si, es un nombre extraño para mujer; loca idea de mi padre” dijo sonriendo, mostrando una hilera perfecta de dientes blancos.
     - “Bueno si, la verdad es que hace tiempo buscaba a alguien de confianza. Antes el aseo lo hacia Arturo, un auxiliar, pero me informaron que lo habían despedido… y bueno, también requiero lavado y planchado… en fin, todo”
   - “Don Aldo, tengo necesidad urgente de trabajar; soy una persona de confianza, puede consultarle a la señora Doris, la de los perritos… trabajo con ella hace años y nunca hemos tenido problemas. Si quiere le digo que me haga una carta de recomendación…”
      -“No se preocupe Roberta… pero pase, quiere tomar una taza de café?
    -“Si usted quiere don Aldo, yo misma lo preparo. Las casas son todas muy parecidas por lo que se donde está la cocina… quiere que le preparé uno para usted?”
   - Bueno, no muy cargado. Subiré un  momento y afinaremos los detalles. Pero tranquila Roberta… me ha encantado..”
   - “Y usted a mi, don Aldo" dijo con voz baja.
      Betancourt subió contento al segundo piso. Se vistió rápidamente y, antes de bajar, buscó en el botiquín una colonia que esparció  por ambas mejillas”


(Continuará)



Domingo 29 de noviembre de 2015, 23:00

"¿Qué vas hacer de tu vida'" (III)

       A las once y media Arturo salió de la pensión. Era una gris mañana de otoño.
   Lo primero era ir a cobrar el seguro de cesantía. A pesar de la escasa suma, le alcanzaría para adelantar el pago de dos semanas de pensión y el desayuno para tres días. Para él, el desayuno era la comida mas importante; podía no almorzar sin sentir hambre, pero en las mañanas, la necesidad de comer era imperiosa.
   Al llegar a la oficina del seguro sacó un numero de atención y esperó. Cuando apareció el número 24 que tenia en su mano, advirtió que le correspondía la misma señora que lo había atendido las últimas dos veces.
  - “¿En que lo puedo servir?”
  - “Quisiera saber el monto del segur, por favor”
  - “Un momento”
    Mientras la mujer apretaba las teclas del computador, Arturo sacó de su bolsillo el finiquito y lo puso sobre la mesa.
    “Bueno, sea lo que sea quiero retirar el fondo acumulado. Aquí tiene el finiquito”
   La funcionario examinó el documento.
 “No es mucho lo que alcanzó a juntar señor Benítez; no se si le convenga retirar tan pequeña suma”
“Señora; le acabo de decir que sea lo que sea, quiero retirar el monto ahora”
    Arturo recibió el dinero y salió de la oficina.
  Caminó quince cuadras hasta llegar el centro comercial. Entro a una fuente de soda y pidió la oferta: “huevos revueltos con tostadas, café o jugo”

   Comió lentamente raspando los restos de la paila. Eran la una de la tarde y el pequeño local comenzaba a llenarse. Arturo había llamado dos veces la garzona pidiendo la cuenta. Se levantó y al dirigirse a la caja, junto a la puerta de salida, sacó el pequeño recibo del seguro y salió del local leyéndolo, como si fuera la boleta que acababa de recibir.

(Continuará)

Sábado 28 de Noviembre de 2015, 23:55

"¿Que vas hacer de tu vida?" (II)

    Aldo Betancourt era viudo, panzón,  de ojos saltones y de sonrisa fácil y llana. 

   Durante cincuenta años había trabajado como dentista en un hospital público y, con su jubilación, adquirido la ultima casa del pasaje C del condominio “Las Vertientes”
  Transcurridas apenas dos semanas desde su mudanza, ya tenía ganada la simpatía de vecinos, conserjes y auxiliares. Gozaba de una buena situación económica pues, aparte de lo que recibía de jubilación, era propietario dos locales comerciales en el centro, los que le producían buenas rentas.
  Tres veces a la semana iba a un consultorio municipal para atender gratuitamente a personas de escasos recursos.
   A pesar de tener un buen automóvil, prefería movilizarse en bus o, si era de noche, llamar a un radio taxi.
   Una de sus características mas notables y simpáticas era su caminar acompasado y extremadamente lento. Cierta vez, Marco, uno de los conserjes, le tomó el tiempo que demoraba desde la entrada del condominio hasta su puerta: catorce minutos, lo que a paso normal, no pasaba de tres.
     Su conversación era tan agradable que muchos vecinos, apenas lo veían entrar al pasaje, salían al pequeño jardín frontal de sus viviendas para entablar una breve conversación con él.
    La mañana del jueves se dirigió a la caseta de entrada del condominio preguntando por Arturo, el auxiliar que, en sus ratos libres, hacia aseo en las casas del condominio.
"No don Aldo, Arturo ya no trabaja más aquí. Lo despidieron. Llevaba siete ausencias en el mes y tres lunes seguidos. El administrador se aburrió. Pero ¿sabe? si necesita alguien para el aseo le puedo recomendar a una buena niña que ha hecho limpieza en varias casas y he recibido muy buenos comentarios de su desempeño. ¿Quiere que le diga que lo vaya a ver para que la conozca?"

(Continuará)


Viernes 27 de noviembre de 2015, 23:55

"¿Que vas hacer de tu vida?"



   Estiró el brazo para alcanzar el cenicero y apagar el cigarro. Recién había despertado, pero ese pequeño esfuerzo bastaba para ponerlo de mal genio.
    Aprovechó de tomar el vaso de ron y  Coca-Cola que la noche anterior había dejado sobre el velador; el gusto dulzón y tibio le provocó otro gesto de desagrado.
   Acomodó la delgada almohada y prendió otro cigarro. Se quedó mirando la pantalla roja que cubría una ampolleta de poco voltaje. En el mismo momento que su estómago reclamó el desayuno, recordó la frase de su tía Sonia “Que vas hacer de tu vida, Arturito, por Dios”
   Arturo tenia veintisiete años y escasa trayectoria laboral. Hacia dos semanas que lo habían despedido del condominio en donde,  milagrosamente, logró mantenerse durante seis meses; todo un récord.
    Volvió a sentir desagrado cuando observó que su apreciado pantalón blanco,  colgado sobre la una silla metálica a los pies de la cama, tenia una mancha negra en el costado.
    Se levantó. Salió de su pieza y avanzó hasta el final del pasillo para entrar al baño: como de costumbre, había alguien; catorce personas repartidas en ocho piezas hacía frecuente que el baño común estuviese ocupado.
   “Doña Yolanda” era una pensión que arrendaba cuartos y que permitía ocupar la cocina, provista de sólo un horno microondas y una escuálida loza. Era una casona antigua, ya desvencijada por el  tiempo y el descuido.
    Con el finiquito, Arturo había pagado el mes por adelantado. Quedaban solo cinco días para completar el  plazo y ya el hijo de doña Yolanda, un moreno del que se decía era “muy peligroso” levantaba las cejas cada vez que lo veía.
   Después de esperar un par de minutos, el baño fue desocupado. Se mojó la cara, lavó los dientes y batió enérgicamente la lata de desodorante aprovechando el poco contenido que quedaba.
Volvió a su cuarto, estiró la cama y se vistió lentamente. 

(Continuará)

Jueves 26 de Noviembre de 2015, 21:30