Se
internó en el bosque con el rifle cruzado en su espalda. Caminó dos horas hacia
la cordillera, topándose primero con pequeños cerros y luego con escarpadas
montañas. Llegó a un lugar que pensó era el mejor para esperar apareciera
el puma. Armó su pequeña carpa y prendió una fogata. Sentado al calor del
fuego, enrolló la potente linterna en el caño de su rifle. Cuando oscureció y
en el cielo comenzaron a brillar las estrellas, apagó el fuego y caminó
sigilosamente por entremedio de los altos árboles.
A
los pocos minutos escuchó un gruñido. Sacó el rifle de su espalda y prendió la
linterna. Apuntó el rayo de luz hacia el lugar desde donde provenía el sonido.
Los ojos verdes del puma brillaban; la luz de la linterna amplificaba el dorado
de su piel.
Aguantó
la respiración, puso su dedo índice en el gatillo y por un segundo dudó en dar
muerte a un animal tan espléndido.
Casi
en el mismo momento que su dedo ejercía la fuerza para disparar escuchó un
ruido apagado a sus espaldas.
Volvió
su cabeza lentamente: un hombre lo apuntaba con un revolver: “Si lo matas, te
mato”
Martes 17 de Noviembre 2015, 20:30
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