Ella,
sabiendo que es mirada y admirada, dobla sus esbeltas piernas y se las mira.
Ella sabe que alguien mira que ella se mira las piernas. Y sabe que la persona
que mira que ella se mira las piernas siente deseos de ser mirado, advertido.
Ella sabe que si lo mira, el sentirá que existe para ella, pero ella no lo
mira. Sabe que su belleza descansa en algo más que las formas casi perfectas de
su cuerpo deseado. Ella sabe que aquello en que descansa la belleza de su
cuerpo es cierta actitud, cierta indiferencia de saberse deseada.
Él
piensa que si existe el deseo es porque existe la posibilidad de que el deseo
pueda ser saciado. Pero la posibilidad es mínima, pero esa mínima posibilidad
hace que el la siga mirando.
Ahora
ella ha dejado de mirarse las piernas y se ha levantado. Ahora él la puede ver
de cuerpo entero y la aprecia, como se aprecia algo que no se tiene pero se
desea.
En
un giro imprevisto ella se dirige hacia él y le habla. El siente que las
palabras que ocupa no son más que pretextos.
Ahora
es él quien le habla como si no la deseara y la observa como si no la supiera.
Viernes 13 de Noviembre 2015, 11:55
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