A las once y media Arturo salió
de la pensión. Era una gris mañana de otoño.
Lo primero era ir a cobrar el
seguro de cesantía. A pesar de la escasa suma, le alcanzaría para adelantar el
pago de dos semanas de pensión y el desayuno para tres días. Para él, el
desayuno era la comida mas importante; podía no almorzar sin sentir hambre,
pero en las mañanas, la necesidad de comer era imperiosa.
Al llegar a la oficina del
seguro sacó un numero de atención y esperó. Cuando apareció el número 24 que
tenia en su mano, advirtió que le correspondía la misma señora que lo había
atendido las últimas dos veces.
- “¿En que lo puedo servir?”
- “Quisiera saber el monto del
segur, por favor”
- “Un momento”
Mientras la mujer apretaba
las teclas del computador, Arturo sacó de su bolsillo el finiquito y lo puso
sobre la mesa.
“Bueno, sea lo que sea quiero
retirar el fondo acumulado. Aquí tiene el finiquito”
La funcionario examinó el
documento.
“No es mucho lo que alcanzó a
juntar señor Benítez; no se si le convenga retirar tan pequeña suma”
“Señora; le acabo de decir
que sea lo que sea, quiero retirar el monto ahora”
Arturo recibió el dinero y salió
de la oficina.
Caminó quince cuadras hasta
llegar el centro comercial. Entro a una fuente de soda y pidió la oferta: “huevos
revueltos con tostadas, café o jugo”
Comió lentamente raspando los
restos de la paila. Eran la una de la tarde y el pequeño local comenzaba a
llenarse. Arturo había llamado dos veces la garzona pidiendo la cuenta. Se
levantó y al dirigirse a la caja, junto a la puerta de salida, sacó el pequeño
recibo del seguro y salió del local leyéndolo, como si fuera la boleta que
acababa de recibir.
(Continuará)
Sábado 28 de Noviembre de 2015, 23:55
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