Después
de dieciséis años decidieron separarse. Ana volvió a sus tierras del sur y Sebastián
cambió de trabajo. A los pocos meses ella inicio una nueva relación. Para Sebastián
fue mas difícil puesto que, a pesar de que ambos habían tomado la decisión,
temía que le costaría mucho olvidarla.
Los
primeros meses fueron los mas difíciles. Se quedaba todos los fines de semana
en su casa acostado, mirando televisión. Dormitaba, luego se levantaba a comer,
fumaba un par de cigarros y volvía a dormirse.
Sus
amigos lo llamaban para salir y presentarle alguna candidata. Al principio
buscaba alguna excusa pero luego se acostumbró a decir “todavía no, no estoy
preparado” Ellos insistían: “pero si no es para que te cases, ni para que
comiences una nueva relación; es sólo para que conozcas a alguien con quien
puedas ir al cine o tomar una cerveza después del trabajo” le decían, pero no había caso.
Cuando
comenzaron los insomnios compró un pequeño computador. Navegaba hasta la
madrugada. Una noche descubrió una radio Argentina de música clásica: tocaban
las piezas musicales mas reconocidas, relataban una pequeña biografía del
músico y explicaban los movimientos de la obra.
La
noche del 21 de septiembre fue particularmente melancólica. Estuvo a punto de
llamar a Ana para proponerle hicieran un último intento. En el mismo instante
que discaba el numero telefónico el locutor anunció: “Escucharan a continuación
del compositor finlandés Armas Järnefelt su obra "Berceuse"
A
medida que la música brotaba de los parlantes, Sebastián comenzó a sentirse
sereno, tranquilo y, por primera vez desde hacia meses, intuyó que habían
posibilidades. La palabra surgió en su cabeza sin tener un contenido concreto. La vida ofrece
“posibilidades” se dijo. Sintió en su alma surgir una sensación de optimismo.
Esa misma mañana despertó muy temprano. Prendió el computador; buscó la radioemisora que en ese momento emitía la
Cantata BWV156 de Bach.
Esta
vez no sólo surgió en su mente la palabra “posibilidad” sino también “fortaleza”,
“esperanza”, “alegría”, “futuro”.
Ese
dia trabajó con un nuevo entusiasmo. En la tarde, apenas llegó a su casa,
sintonizó la radio. Se anunciaba el Vals Nº 15 de Johannes Brahms.
Por
primera vez en muchos meses Sebastián se dio cuenta que ese día no había
pensado en Ana.
Sentía
que la música que emanaba de los parlantes le hablaba con sonidos que sólo
su corazón entendía; su mente quedaba
rezagada.
Cuando
terminó toda una sesión destinada a
Bach, se transmitió “Las cuatro estaciones” de Vivaldi. En la mañana despertó
feliz y tarareando los compases de la primavera. Sintió en su corazón que estaba curado de la nostalgia y pensó en los
sentimientos que se estaban desplazando a un lugar desconocido. Se preguntó
cual sería la obra que retratará lo que sentía.
En
la tarde del miércoles llegó a su casa, pensando en Ana pero de forma
diferente. La recordaba y sonreía, feliz de haber vivido lo vivido junto a
ella, aceptando, por primera vez, que todo había acabado.
Prendió
su computador y sintonizó la radio: “A continuación escucharan El Réquiem de
Wolfang Amadeus Mozart”
Esa
noche asistió al entierro de un gran amor que moría para dar lugar a una nueva
vida que crecía dentro de él.
Sábado 21 de Noviembre 2015, 23:55
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