Jane llegó de madrugada al aeropuerto de Santiago. El transfer la dejó en la puerta del
hotel. Portaba solo una gran maleta roja
y un bolso de mano. Al llegar a la habitación, descorrió las cortinas,
abrió las ventanas y se recostó sobre un pequeño sillón. Sacó de su bolso una bolsa plástica desde
donde fue sacando fotografías. Se quedó mirándolas por largo rato hasta que se
quedó dormida.
A medio día, bajo al comedor y pidió un menú vegetariano
con su mejor español. En el recibo solicitó información sobre un rent a car.
Llamó por teléfono y acordaron que a la mañana siguiente el automóvil estaría a
su disposición en el mismo hotel.
Esa noche, a pesar de las advertencia, salió sola a
dar una vuelta por el centro. Le sorprendió que, a pesar que la primavera
recién comenzaba, la temperatura fuese de verano.
Al volver al hotel, se sentó en la barra y pidió el
famoso “Pisco Sour”, del que le habían hablado tanto.
Subió a su pieza, se colocó la vieja polera azul y se
durmió rápidamente. A las ocho de la mañana sonó el teléfono de su velador. El
auto arrendado había llegado y la requerían para firmar el contrato.
Guardó sus cosas, dejando a mano un mapa en el que,
señalizado con rojo, mostraba la ruta que debía seguir para llegar a la ciudad costera. Bajó al comedor y se sirvió un sobrio desayuno.
Emprendió el rumbo y no tuvo problemas para salir de
la ciudad. A mitad de camino se detuvo maravillada por los dedales de oro que
ribeteaban la carretera, luego caminó hasta un aromo y cerro los ojos al sentir la fragancia de sus pequeña flores amarillas
Después de dos horas, el mar aparecía y desaparecía en
el horizonte. Al llegar a la ciudad, reparó en una pequeña iglesia luego de la
cual comenzaba una pendiente. “Aquí debe haber sido”, pensó.
Durante media hora buscó la dirección anotada, pero no
pudo dar con la casa. Decidió bajarse en una pequeña caleta y preguntar a los
pescadores que en ese momento reparaban las redes.
“Disculpen señores, pero me podrían decir donde puedo
encontrar esta casa” dijo Jane exhibiendo una fotografía.
“Si. Esa casa está en la colina. Si usted vino por la carretera
tiene que haber pasado por una pequeña iglesia…”
“Si, si… la vi. Esta mas atrás”
“Bueno, devuélvase por donde vino, pase la iglesia,
avance un kilometro y luego doble a la izquierda. Al final del camino
encontrara la casa que busca, señorita…
“Jane, Jane Artog”
Miércoles 18 de Noviembre de 2015, 20:30
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