Por semanas Julián escuchó durante la noche que dos
personas deambulaban por las piezas de su espacioso departamento. La primera
vez creyó oírlos en la cocina; una conversación apagada en la que no fue capaz
de entender una sola palabra. No se levantó pues pensó que tal vez había dejado
la ventana de la cocina abierta y los murmullos no eran más que la conversación
de los vecinos. Días después supuso que ocupaban el baño de visitas, ubicado a
escasos metros de la entrada principal, pero no se atrevió a levantarse y
verificar. A la semana escuchó claramente la risa de una mujer; venia del
estudio que estaba al final del pasillo que conducía a su dormitorio. Esa noche no pudo conciliar el sueño y cuando
los pájaros comenzaron a trinar, se armó de valor y fue a ver quienes eran los
intrusos. Abrió la puerta lentamente: nadie. Miro las estanterías repletas de
libros y sólo le extraño una rosa roja en uno de los estantes. La tomó y la
observó de cerca; parecía recién cortada y aun tenia pequeñas gotas de roció en
sus pétalos.
Esa misma noche escuchó claramente la voz de una
mujer que lloraba detrás de la puerta. Prendio la luz del velador y caminó a su
encuentro. A medida que se acercaba, el sonido de llanto se alejaba. Apuró el
paso y cuando abrió la puerta alcanzó a ver la espalda de la mujer que doblaba
hacia la cocina.
Caminó en su dirección y, cuando estaba a un paso de llegar, escuchó que se prendía la radio de su pieza: un locutor daba el pronostico del tiempo
con la música de fondo de un tema de Carole King. Quedó paralizado pues su
radio no funcionaba hace años y sólo la conservaba como elemento decorativo.
Finalmente entró a la cocina en el mismo momento que la voz de la mujer decía
desde la pieza: “¿Otra vez Julián? ¡Convéncete de una vez!. No volveremos con
un cuerpo, pero siempre sentirás nuestra presencia.
Fin.
Miércoles 11 de Noviembre de 2015, 21:00
Fin.
Miércoles 11 de Noviembre de 2015, 21:00
No hay comentarios:
Publicar un comentario