La anciana estaba sentada en un escaño de la plaza, frente a una fuente. Juliana la miró con detención, recorriendo cada una de las arrugas
que surcaban las mejillas y la frente;
se detuvo algunos segundos en el cuello y siguió con el pelo blanco y seco que
terminaba en un moño. La anciana sacó un pequeño paquete y comenzó a tirar migas
de pan a las palomas que comenzaron a rodearla.
La anciana reparó en la mirada insistente de Juliana y le
extendió la mano con la bolsa de papel, ofreciéndosela. Juliana sonrió,
cerrando los ojos y moviendo la cabeza negativamente.
Cada vez que la mujer tiraba una miga y se acercaban las
palomas, levantaba la vista hacia el cielo y sonreía.
“Que edad tendrá, llegaré a lo mismo o moriré antes? pensó Juliana.
Abrió su cartera, sacó un espejo y se observo durante
algunos momentos. Guardo el espejo, sacó su celular y oprimió ocho números.
“Aló? Si, habla Juliana Verllang. Llamaba para suspender un
cita que tenia con el doctor en dos horas más. Dígale que lo pensaré mejor”
Fin
Domingo 15 de Noviembre de 2015, 22:30
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